El
armamento de la Guerra Fría.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, las
dos potencias vencedoras disponían de una enorme variedad de armas, muchas
de ellas desarrolladas durante el conflicto. Tanques, aviones, submarinos y
otros navíos de guerra constituían las llamadas armas convencionales. No
obstante, la desigualdad resultaba patente, o por lo menos eso les parecía a
los estadistas. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la URSS contaba con el
mismo número de carros de combate que el resto de las naciones juntas, y
superaba en aviones al conjunto de todas las demás fuerzas aéreas. Después
del conflicto, la diferencia numérica no era tan abrumadora, pero aún resultaba
ostentosa. Sin embargo, su flota no podía competir en condiciones de igualdad
con la de Estados Unidos. Tras la Batalla de Midway quedó demostrada
la importancia del avión y el portaaviones en los conflictos marítimos. La
armada soviética disponía de muchos menos barcos de este tipo que la estadounidense,
y además, sus naves eran de menor tamaño, y no disponían de cubierta corrida
para operar dos aeronaves simultáneamente, por lo que su inferioridad resultaba
manifiesta.
Para la URSS, más problemático aún que la
falta de portaaviones era la falta de una red mundial de bases de
aprovisionamiento abiertas durante todo el año. Mientras que Estados Unidos
podía atracar sus buques
en Nápoles, Rota, Hawái, Filipinas y muchos otros
puertos más, la Unión Soviética no podía sacar sus barcos de puertos propios
durante varios meses al año, pues sus puertos o estaban helados o podían ser
fácilmente bloqueados por los aliados. Era el caso de la flota del Mar
Negro, que debía atravesar los 35 kilómetros del estrecho del Bósforo,
que Turquía podía bloquear fácilmente.
En la aviación convencional, tanto en
número como en calidad, los cazas y bombarderos soviéticos no solo estaban a la
altura, sino por encima de los occidentales. Pese a que el Pentágono siempre
afirmaba poseer aparatos superiores a los de cualquier otro país, los enfrentamientos
vividos durante la Guerra de Vietnam, y posteriormente en la Guerra
de la Frontera demostraron la igualdad, cuando no la superioridad, de los
aviones soviéticos.
Número de cabezas nucleares de ambas
superpotencias. Obsérvese la abrupta la abrupta escalada alrededor de la década
de 1960.
Pero eran las denominadas armas no
convencionales las que llamaban poderosamente la atención: más poderosas,
eficientes, difíciles de fabricar, y extremamente caras. La principal de estas
armas era la bomba atómica. Al principio de la Guerra fría solo
EE. UU. disponía de estas armas, lo que aumentaba significativamente su
poder bélico. La Unión Soviética inició su propio programa de investigaciones
para producir también tales bombas, algo que consiguió en cuatro años; relativo
poco tiempo, ayudándose de espionaje. En un principio Estados Unidos
centró sus investigaciones en perfeccionar el vector que transportara las
bombas (misil o bombardero estratégico); pero fue cuando se supo que Moscú
había detonado su primera bomba nuclear de fisión cuando se dio luz verde al
proyecto para fabricar la bomba de hidrógeno, arma que no tiene límite de
potencia conocido. Esto se logró en 1952, y la URSS la obtuvo al año
siguiente. Pese a que la carrera iba muy pareja en el plano cualitativo no era
lo mismo en el cuantitativo: contradiciendo a la preocupación occidental de
aquella época, el ciudadano estadounidense y miembro del Instituto Thomas
Watson, Sergei Jrushchov afirma que en tiempo de la Crisis de
los misiles de Cuba el poder nuclear estadounidense superaba al oriental
en 10 veces o más.
Esta carrera armamentística fue promovida
por el llamado Equilibro de Terror, según el cual, la potencia que se
colocase al frente en la producción de armas provocaría un desequilibrio en el
escenario internacional: si una de ellas tuviera mayor número de armas, sería
capaz de destruir a la otra. No obstante, ya en el siglo XXI fuentes
como The Times consideran que el esfuerzo soviético no se encaminó a
superar al otro adversario, sino a alcanzarlo para, seguidamente, obligarlo a
poner en práctica una estrategia defensiva no ofensiva (arrebatarle cuantos
aliados pudiese conseguir).De esta misma opinión es Sergei Jrushchov, quien
afirma que la carrera estaba sólo en la mente de los occidentales,
porque para los soviéticos se trataba de ir incrementando su arsenal y
perfeccionando sus vectores (misiles, bombarderos y submarinos) según sus
posibilidades, porque no podía igualar o superar a occidente. Esta
desproporción parecen confirmarla hechos como que los misiles
intercontinentales (ICBM) sólo comenzaron a estar a la altura de los
estadounidenses, en lo que a operatividad y fiabilidad se refiere, hacia
finales de los setenta. Tampoco los submarinos nucleares parecían poder medirse
con los occidentales, como prueba la gran cantidad de accidentes que
padecieron.
ESCRITO POR:
Daniel Schulz López
Gabriel Figueroa González
ESCRITO POR:
Daniel Schulz López
Gabriel Figueroa González
:) graxx bro
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